lunes, 21 de diciembre de 2015

Un cuento chino

Hace mucho tiempo, una joven China llamada Li se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Li fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba.

Los meses pasaron y Li y su suegra cada vez discutían más y peleaban. De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. 

Li, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre. Después de oírla, él tomó un paquete de hierbas y le dijo: 

- "No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas. Deberás darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra. Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda, tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones". 

Li respondió: 
- "Sí, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida". 

Li quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra. 

Pasaron las semanas y cada dos días, Li servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre. 

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada. Li había controlado su temperamento y casi nunca la aborrecía. En esos meses, no había tenido ni una discusión con su suegra, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella. Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Li fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: 
-"Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuese mi madre. No quiero que ella muera por causa del veneno que le di".
 
El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: 
-"Sra. Li, no tiene por qué preocuparse. Su suegra no ha cambiado, la que cambió fue usted. Las hierbas que le dí, eran vitaminas para mejorar su salud, el veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y sustituido por el amor que pasó a darle a ella".

En la China existe un adagio que dice: "La persona que ama a los otros, también será amada". La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que le damos. Acuérdate siempre: "El plantar es opcional, pero la cosecha es obligatoria, por eso ten cuidado con lo que plantas".
 
 

viernes, 9 de octubre de 2015

Tiene sentido...

" Una mañana de invierno, un hombre que salía a pasear cada día por la playa se sorprendió al ver miles de estrellas de mar sobre la arena, prácticamente estaba cubierta toda la orilla.

Se entristeció al observar el gran desastre, pues sabía que esas estrellas apenas podían vivir unos minutos fuera del agua. Resignado, comenzó a caminar con cuidado de no pisarlas, pensando en lo fugaz que es la vida, en lo rápido que puede acabar todo.


A los pocos minutos, distinguió a lo lejos una pequeña figura que se movía velozmente entre la arena y el agua. En un principio pensó que podía tratarse de algún pequeño animal, pero al aproximarse descubrió que, en realidad, era una niña que no paraba de correr de un lado para otro: de la orilla a la arena, de la arena a la orilla.


El hombre decidió acercarse un poco más para investigar qué ocurría:
-Hola -saludó.


-Hola -le respondió la niña.


-¿Qué haces corriendo de aquí para allá? -le preguntó con curiosidad.


La niña se detuvo durante unos instantes, cogió aire y le miró a los ojos.


-¿No lo ves? -contestó sorprendida- Estoy devolviendo las estrellas al mar para que no se mueran.


El hombre asintió con lástima.


-Sí, ya lo veo, pero no te das cuenta de que hay miles de estrellas en la arena, por muy rápido que vayas jamás podrás salvarlas a todas… tu esfuerzo no tiene sentido.


La niña se agachó, cogió una estrella que estaba a sus pies y la lanzó con fuerza al mar.


-Para esta sí que ha tenido sentido".


miércoles, 15 de abril de 2015

Dos árboles

Una vez, un niño de ocho años que era muy listo para su edad, fue a visitar a su abuelo como hacía cada fin de semana. Esta vez tenía una idea muy interesante en la mente, se había propuesto triunfar en la vida y pensaba hacer todo lo que fuera necesario para lograr ese objetivo.

Su abuelo había sido una persona de éxito por lo que le formuló la siguiente pregunta: Yo, cuando crezca, voy a tener mucho éxito. Abuelo, ¿Puedes darme algún consejo sobre como acanzarlo?
El abuelo asintió pero no dijo ni una palabra. Cogió al niño de la mano y fueron a un vivero donde compraba regularmente las plantas. Le dijo que escogiera dos árboles.

Se los llevaron a la casa y se dispusieron a plantarlos en un lugar adecuado. Uno de ellos lo pusieron en el jardín, el otro, en cambio, lo plantaron en una pequeña olla en el interior.
Entonces el abuelo le preguntó a su nieto: ¿Cuál de los dos árboles piensas que va a tener más éxito en el futuro?

Al niño le encantaba este tipo de acertijos, así que se tomó unos minutos para pensarlo y dijo: El árbol de la olla. La razón es que aquí dentro se encuentra protegido y seguro. El de fuera tiene que enfrentarse a elementos externos que pueden dificultar que crezca.
El abuelo se encogió de hombros y dijo: ya veremos.
El tiempo pasó y el abuelo se encargó de cuidar las dos plantas por igual. Un día, el niño ya convertido en adolescente volvió a visitar a su abuelo.

-En realidad nunca contestaste a mi pregunta- le dijo- ¿Cómo puedo tener éxito cuando sea mayor?
El anciano llevo a su nieto a ver los dos árboles, luego le dijo: ¿Cuál es el mayor?.
-Pero no tiene sentido-, dijo el adolescente. – Es más grande el de fuera… pero tendría que haber crecido más el de dentro ya que ha tenido menos dificultades para hacerlo.
-Sí, pero el riesgo de enfrentarse a desafíos vale la pena- Dijo el abuelo sonriendo. -Si eliges la opción segura nunca vas a crecer. En cambio, los peligros y desafíos hacen que tu único límite pueda ser el cielo.

Si tú tienes el valor de arriesgar y apostar por lo que realmente crees, puedes tener la certeza de que despertarás tu verdadero potencial y tendrás éxito en aquello que te propongas. 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Cuento sobre La Ira


Cuentan que un hombre sufría con gran frecuencia ataques de ira y cólera, así que decidió un día abordar esta situación. Para ello se fue al encuentro de un viejo sabio con fama de conocer la naturaleza humana. Cuando llegó a su presencia, habló de este modo:

-Señor, quiero solicitar tu ayuda, ya que tengo fuertes arranques de ira que están haciendo mi vida muy desgraciada. Yo sé que soy así, pero también sé que puedo cambiar si usted me aconseja.
Lo que me cuentas es muy interesante -dijo el anciano-. De todas maneras, para poder tratar bien tu problema es necesario que me muestres tu ira y así pueda saber de qué naturaleza es.
-Pero ahora no tengo ira -argumentó el hombre.
-Bien -contestó en anciano-, lo que tendrás que hacer en este caso es que la próxima vez que la ira te invada, has de venir lo más deprisa posible a enseñármela.

El hombre iracundo se mostró de acuerdo y regresó a su casa. Pero pocos días después se encontró de nuevo con otro ataque de cólera y marchó rápidamente a ver al anciano. Sin embargo, ocurría que el viejo habitaba en lo más alto de una colina muy alejada, así que cuando por fin alcanzó la cima y se presentó al sabio…
-Señor, estoy aquí de nuevo como me dijiste.
-Estupendo, muéstrame tu ira.
Pero al pobre hombre se le había pasado la ira durante la subida.
-Es posible que no hayas venido lo suficientemente rápido -dijo el anciano-. La próxima vez corre mucho más deprisa y así llegarás todavía con ira.

Pasados unos días, al hombre le asaltó otro fuerte ataque de cólera y recordando la recomendación del sabio, comenzó a correr cuesta arriba todo lo rápido que pudo. Cuando media hora después llegó completamente agotado a casa del viejo, éste le reprendió severamente:
-Esto no puede continuar así, otra vez llegas sin ira. Creo que debes esforzarte aún más y tratar de subir las cuestas mucho más deprisa. De otro modo no voy a poder ayudarte.

El hombre marchó entristecido, jurándose a sí mismo que la próxima ocasión correría con todas sus fuerzas para llegar a tiempo de mostrar su ira.
Pero no ocurrió así. Una y otra vez subía la cuesta, y a cada ocasión llegaba más y más fatigado y desde luego sin un asomo de ira.
Un día que llegó especialmente extenuado, el maestro, por fin, le dijo:

-Creo que me has engañado. Si la ira formara parte de ti, podrías enseñármela. Has subido a mi casa veinte veces y nunca has sido capaz de mostrarla. Esa ira no te pertenece. No es tuya. Te atrapa en cualquier lugar y con cualquier motivo y luego te abandona. Por tanto, la solución es fácil: la próxima vez que quiera llegar a ti, no la recojas.


miércoles, 18 de febrero de 2015

Suavizante Super Eficaz

¡Mi último descubrimiento!
Un suavizante de la ropa mucho más eficaz que los suavizantes comerciales, ecológico, bueno con nuestra piel (sobre todo buenísimo para quien tiene alergias), bueno con nuestra ropa (mejor conservación, más viveza del color y nada de olor a humedad) y super económico (por 0,40€ tienes un litro):


Se mezcla en una botella.
- Medio litro de agua mineral.
- Medio litro de vinagre blanco.
- Unas gotas de esencia (yo compro la esencia de Marsella en Manuel Riesgo).


Hay quien le añade bicarbonato de sodio, yo el bicarbonato lo mezclo con el detergente en polvo y no con el suavizante, me gusta que se aclare bien... eso como cada uno lo vea mejor...

¡A disfrutarlo!

viernes, 13 de febrero de 2015

Huellas Doradas


Martín había vivido gran parte de su vida con intensidad y gozo. De alguna manera su intuición lo había guiado cuando su inteligencia fallaba en mostrarle el mejor camino. Casi todo el tiempo se sentía en paz y feliz; ensombrecía su ánimo, algunas veces, esa sensación de estar demasiado en función de sí mismo. Él había aprendido a hacerse cargo de sí y se amaba suficientemente como para intentar procurarse las mejores cosas. sabía que hacía todo lo posible para cuidarse de no dañar a los demás, especialmente a aquellos de sus afectos. Quizás por eso le dolían tanto los señalamientos injustos, la envidia de los otros o las acusaciones de egoísta que recogía demasiado frecuentemente de boca de extraños y conocidos. ¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer? ¿Soportaba él mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual? ¿Cómo armonizar estos sentimientos de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores?

¿Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma?. Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron.

Quizás debía irse. Partir. Dejar lo que tenía en manos de los otros. repartir lo cosechado y dejarlo de legado para, aunque sea en ausencia, ser en los demás un buen recuerdo. En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente, podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solitaria. Debía tomarse el tiempo de reflexionar sobre su presente y sobre su futuro. Martín puso muchas cosas en su mochila y partió en dirección al monte. Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba. 

En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez. Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí -Por un peso te alquilo el catalejo. Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra tendida hacia arriba reclamaba su moneda. Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la dio al viejo que desplegó su catalejo y se lo alcanzó.

Después de un rato de mirar consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella. Algo llamó su atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio. Martín separó sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí. - Qué raro –exclamó Martín sin darse cuenta que hablaba en voz alta -¿Qué es raro? -preguntó el viejo - El punto brillante -dijo Martín- ahí en el patio de la escuela -siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía. - Son huellas -dijo el anciano. -

¿Qué huellas? -preguntó Martín - 

Te acuerdas de aquél día...debías tener siete años, tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela, Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. Él había perdido el dinero y lloraba a mares -contestó el viejo. Y después de una pausa siguió -: ¿Te acuerdas de lo que hiciste? tenías un lápiz nuevo que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste en lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y le diste el nuevo lápiz a Javier. - No me acordaba -dijo Martín-.

Pero eso ¿qué tiene que ver con el punto brillante? – Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida. - ¿Y? - Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros -explicó el viejo-, las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas... Volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio. - ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con ojo morado y un bolsillo del delantal arrancado. Martín miraba la ciudad. - Ese que está ahí en el centro -siguió el viejo-es el trabajo que le conseguiste a Don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica ... y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez...las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volviste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él. 

Apartó la vista del telescopio y sin necesidad de él empezó a ver cómo miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad. Al terminar de ocultarse el sol, todo el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas. Martín sintió que podía regresar sereno a su casa. 

Su vida comenzaba, de nuevo, desde un lugar distinto.


Cuento Popular.

sábado, 17 de enero de 2015

Hablemos de Asertividad...

“Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. “¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad”, dijo el sabio. “¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!”, gritó el Sultán enfurecido. Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: “¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: “Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.”